lunes, 24 de agosto de 2015

EXPLORADORES MÍTICOS DE LA HISTORIA. SIR ERNEST SHAKELTON. (II)

Shakelton decidió embarcar comida para cuatro semanas, consciente de que si no habían llegado a tierra firme en ese tiempo, el barco se habría perdido.
El viento les era favorable pero el mar estaba siendo un campo de batalla. Mar gruesa todo el tiempo. Agua glaciar. Nada de instrumentos digitales de navegación. Tan sólo un sextante metálico, salpicado de agua salada, cuyas partes móviles se encontraban permanentemente congeladas. Eso y las estrellas apareciendo y desapareciendo tras montañas de agua furiosas y cambiantes que  entraban en la barca sin permiso y sin piedad alguna, para congelarse en los ropajes y en la madera crujiente. Tratad de imaginarlo. La barca guiada por un navegante en las condiciones más extremas, con temperaturas de hasta treinta grados bajo cero. El cinco de mayo un vendaval del noreste casi destruye por completo la barca. Shakelton describiría después las olas como "las olas mayores que había visto en veintiséis años en la mar".  Después de catorce días luchando contra los elementos y gracias a la navegación de Worsley, los héroes que viajaban en aquel barco divisaron Georgia del Sur estando ya al límite de su resistencia.  Pues bien, aún tuvieron que luchar dos días contra un huracán hasta que pudieron llegar a la bahía del Rey Haakon


-¡Os lo dije! ¡Una vegetación exuberante! Worsley, ¡Prepare una ensalada!


Tras unos días de merecido descanso, Shakelton decidió realizar una travesía para llegar hasta las zonas balleneras, donde había asentamientos humanos.  Así que nada, tras pasar un año entero en brazos de una diosa Fortuna bastante cabreada que no los mató de milagro, como guinda del pastel, tuvieron que pegarse un pateo de treinta y seis horas a decenas de grados bajo cero, por terrenos escarpados, teniendo que subir desniveles de mil metros e, incluso, descender por una cascada helada, que, como todo el mundo sabe, es una actividad de lo más segura cuando llevas meses desnutrido y tienes los dedos de las manos congelados.  Eran tres. Supongo que tres de las personas más cabezotas de la historia de la humanidad.  Me imagino un diálogo entre ellos, en las horas más oscuras, cuando la ventisca les impidiera ver más allá de unos pocos pasos y la noche austral amenazara con tragarlos para siempre. 

-Señor Worsley- dijo Shakelton mientras pequeños cristales de hielo atravesaban la piel cercana a sus ojos, cortándola y quemándola al mismo tiempo- Parece que hoy hace mejor día.  ¡Es casi como una mañana de julio en Hyde Park!

-Cierto, señor.  Es más, el oso muerto por congelación que hay a dos metros a su derecha parece que esté de picnic, señor.  ¿Que dice usted McNish? ¿McNish? ¡McNish! Señor,  McNish está bastante rígido. 

-Tanto mejor, ¡Haremos un trineo con el escocés!

-Buena idea aunque, señor, eso de ahí es una cascada helada.

-¿Y qué Worsley?  ¿Nuestra patria está en guerra contra medio mundo y usted se queja de una cascada helada?

-No, señor. Sólo digo que hacer un trineo con McNish  quizá no sea del todo útil.

-Tonterías, bajaremos dando un rodeo. 

-Señor, serán tres días. 

-Pues entonces haremos crampones con sus uñas y descenderemos por la cascada. McNish siempre ha interpretado a su manera las reglas de la higiene. 

-Decía que le daba pena cortárselas, señor. 

-¿En serio, Worsley? ¿Pena?

-Si, señor, decía que eran uñas británicas. 

-Oh, mi querido amigo, he aquí un verdadero patriota- dijo pasándole una pequeña sierra y señalando los tobillos de McNish- Proceda. 


El veinte de mayo escucharon el silbato de una estación ballenera siendo el primer sonido hecho por el hombre que no fuera de su tripulación que oían en más de dos años.
Lo primero que hizo Shakelton cuando llegó a la base fue pedir que los compañeros de la barca fueran rescatados y ese mismo día los seis tripulantes estaban en lugar seguro. Pero había un rescate más apremiante todavía. Los marineros que habían quedado en isla Elefante, con los otros dos botes a modo de refugio. Todavía tardarían cuatro intentos en barco y otros tantos meses en rescatarlos. Allí pasarían el invierno polar veinte personas con sus rencillas y su ánimo devastado, a merced de las trampas de ese mundo brutal y de sus mentes, cada vez más frágiles.

Este es el único documental con imagen real decente que he encontrado.





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6 comentarios:

  1. Con las ganas de saber más y las carcajadas desatadas cual Adidas Originales...Compruebo tus diálogos tan Fontanarrosa. Amén de silBato y de EN hYde park....Amén de eso,... Amén, hermano, Amén!!! que lo parió....

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  3. Hey man!! Gracias por las correcciones!! Arreglado! Sobre todo, gracias por leer el Blog!

    Un abrazo enorme!

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  4. me has sublimado....subyugado....subrayado!!.. y eso que nunca te hube subestimado. Al contrario, te estimo mucho. .Ahora dudo cual emo descosido si Hide o no Hyde. Si Hide y no Hyde, compruébelo Ud., Dr. Jeckyl

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  5. gracias a ti por escribir tan bien y divertido! Es fascinante la historia de estos aventureros tan osados (aquellos que se enfrentan al oso a pelo) apelo a ellos y al oso me remito). Debo confesarte mi ligera decepción porque en primera estancia leí Skeleton.... pero al llegar a la segunda estancia, saltando el alambrado, necesitaba ese chute de hielo. Esos que te hacen saber más y nunca se te olvidan, porque se derriten en la sangre. Como los buenos amigos, que siempre te acompañan aunque estén lejos....y a lo peor no lean tus textos.
    Yo sigo a Shakelton.

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  6. Ahora me asalta otra duda...Shakelton o Shackelton....porque National Geographic son muy de re-escribir la historia a su manera. Aunque bien pensado tal vez estos diálogos no sean especialmente verídicos, incluso ciertos, así bien me los creo y serán mucho más certeros a haber sido así propelidos por esta gente que iba a lo suyo con par si bien los tuvieran congelados.. y debo repasar los comentarios antes de pulsar sí porque no puedo borrarlos constantemente por un error de nada) :)

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