sábado, 1 de agosto de 2015

ELOGIO DE LA EBRIEDAD

Anoche salimos a tomar algo. Carla, un mojito más cargado que la pistola de Búfalo Bill. Yo, dos pintas de una buena cerveza, de esas que se quedan en la boca un rato y dejan marca de espuma en el vaso a cada trago. La conversación giró al principio en torno al trabajo de Carla con los niños pero, poco a poco, conforme el alcohol iba haciendo efecto, fue girando hacia temas más, como decirlo, del corazón.

                                        

-Buah, -le digo-imagínate que apareciera Baco ahora, corriendo delante de los colegas. Imagina que aparecieran Quique, Clara, Pelayo, Vicente, Moi, Jordi, Paco, Laura, Silvia, Marina, Alberto... (Los nombro a casi todos, durante un buen rato, durante el cual Carla me mira sonriente).

-Me vuelvo loca. -me contesta-Me vuelvo loca, te lo digo.

Y ambos estallamos en una especie de carcajada controlada (estamos en una terraza atestada de gente) y vestida de nostalgia. Sólo llevamos una semana y pico aquí, pero es más que suficiente para echar de menos a la gente que quieres. Naturalmente, el sentimiento se ve reforzado por el hecho de que estamos en Bogotá, no conocemos a nadie y ya vamos tocados. Entonces pasan cosas. Me voy al baño y mientras meo, en el retrete cerrado, en soledad, aparece un pensamiento con una fuerza inusitadamente poderosa, más que nunca antes estando aquí. Habría que escribir un libro recopilando los pensamientos de la gente que se queda a solas, a salvo del ruido de los bares, en los retretes de los mismos, cuando está medio bolinga. Si es de cerveza y está avanzada la noche,  una meada puede dar para escribir Así habló Zaratustra.

Mi pensamiento fue una obviedad, pero a veces los árboles no te dejan ver el bosque y hasta que no te bebes dos pintas (aunque suene paradógico) no lo ves con claridad. Mi pensamiento fue: "Javi, estás en Bogotá,  ¿Pero como flipas?" Si, ya sé,  la emoción está aumentada por el alcohol. Y qué.

Eso es buenísimo. Tengo abiertas las puertas que acceden al templo de mi mismo.


Anoche el alcohol nos quitó algunas telarañas que teníamos cosidas en el alma, quizá inadvertidas hasta ese momento. No fue gran cosa, dos pintas y un mojito cargado, pero fue suficiente para hacernos sentir más ligeros de equipaje, para olvidar un poco los problemas propios del emigrante y para disfrutar de nosotros dos más libremente.  Todo eran risas, éramos más poderosos. Cada chorrada que decía hacía reír a Carla y viceversa. ¿Sablazo en el bar? Bueno, no importa.  Eso da para hablar de lo barato que es el Sergio's, de lo jodidamente buenos que son los mojitos en el London, esa calidad, decíamos, comparada con el mojito cutre (un cubata con yerbas) de Carla, es impagable.

Nos fuimos a cenar con los corazones planeando sobre Bogotá majestuosos e infantiles a la vez,  casi libres por completo. Cenamos formidablemente en un sitio en el que te dan guantes en lugar de cubiertos (imaginaros la clase de fritanga) para que no te manches de aceite. Un detalle: la cena, con su bebida incluida, costó tanto como el mojito de Carla.

Después de cenar nos sentíamos tan llenos (de alma y panza) que decidimos irnos a casa a ver una peli. Debía ser  muy tarde. ¿Que hora sería? Buah, tardísimo, las nueve menos cuarto.

Y nos fuimos a casa. E intentamos ver una peli. Y a los diez minutos ya estábamos más fritos que la cena que acabábamos de comer.

Pd. Os pongo unas cuantas fotos de ayer, que me dio por volver a un mercado que hay al lado de la universidad de Carla y documentar la visita.

Pd2. Hoy va a haber otra entrada explicando un proyecto muy loco para el blog, basado en retos. Tengo que rumiarlo un poco más, pero sospecho que unos cuantos se van a partir el culo.


                                                           Nuestra casa.
                                                          Nuestra habitación.

                                                            El mercado.
                                        Ambientazo en el bar del mercado.
                    Obra maestra  ejecutada a medias entre la naturaleza y el tendero.
                       Doscientos gramos de WHAT THE FUCK, por favor.


                                  Medio kilo de alcachofas petrificadas, gracias.
                                   Cuarto y mitad de vainas del espacio, si es tan amable.

                                                      Sigue así, calladito.



¿Y el coche por cuanto?





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