sábado, 25 de julio de 2015

DE CANCILLERÍAS Y BIBLIAS


-¿Tiene usted afán?
-¿Perdón?
-Que si tiene afán. Por tomar la circunvalar.

Estamos en un taxi en medio de un caos inenarrable y el taxista me pregunta que si tengo afán. Conversaba con Carla, así que la pregunta me asalta de improviso y con la guardia baja. ¿Afán? ¿Por? Bueno, hombre, me gustaría convertirme en un escritor remunerado. A veces compongo canciones con el deseo secreto de llenar estadios de fútbol. Pero ahora, en este preciso instante, en su taxi, no siento afán por nada. Que si tiene afán. Por tomar la circunvalar.  Circunvalar...Circunvalar...Afán... Mmmmmm. ¡Eureka! Nos está preguntando que si tenemos prisa, que si queremos cruzar Bogotá por dentro o tomar una circunvalación. Así parece sencillo. Pero todo este proceso mental duró apenas un par de segundos. ¡Circunvalar, Circunvalar! dijimos. Nada, medio trompo y sensación Vamos A Morir para coger el desvío y arreglado.

Vaya día, el de ayer.

MAÑANAS BLOGUERAS.

Resulta que me levanto todos los días a las cuatro de la mañana. Estoy tan hecho polvo cuando llego a casa, que a las ocho estoy frito. Aunque puede que tenga que ver el hecho que aquí es de noche a las seis. Pero es genial, porque así tengo unas horas de silencio ininterrumpido y el cerebro accesible, descontaminado. Como ahora.
                                   La vista desde mi ventana, con las montañas al fondo, ayer a las cinco.

 LA CANCILLERÍA
Ayer, lo primero que hicimos fue ir a que Carla se sacara la cédula de extranjería a la cancillería de asuntos migratorios. Le habían dado cita a las diez así que, como unos jubilados cualquiera, llegamos a las ocho y media. Vaya tela. Colmena. Hormiguero. Metro de Tokio. La peli esta de Charlton Heston en la que cogen a la peña con excavadoras de las calles porque hay sobrepoblación. En ese plan. Había tanta gente que los guardias de seguridad de la entrada me impidieron (comprensiblemente) entrar.  Mi secreta alegría fue muy inferior a la mirada de pesadumbre mezclada con asombro de Carla.  Pero, que quieres que te diga, la vida es así. No me dejan entrar. Quedamos en un par de horas en la puerta. Me voy mientras tanto de exploración. ¿Te parece? En realidad no te queda otra. Genial.
La exploración fue bastante sosa. Estaba en zona de dinero, muy europea, así que no hay mucho que contar. Starbucks, Holliday Inn, centros comerciales, Pizza Huts y todo al lado de carritos de jugos, de dulces, de tortas de maíz rellenas de tortillas rellenas, a su vez, de queso y algún tipo de fiambre indeterminado. ¿Adivináis? Exacto, ponme una tortilla. ¿Precio? 2.800 pesos. Un eurito con dos céntimos.
No sé que hacemos en España con los huevos de gallina, pero Bogotá es una ciudad inmensa de doce millones de habitantes y los huevos saben a los que me hacía mi madre allá en el pleistoceno. A gloria. Me llena la boca de sabor y la cabeza de recuerdos, sabe a... A huevo, qué leches. No es fácil de explicar. La mejor manera es recurrir a la infancia.
Deambulo una hora larga, cambio euros, me fijo en plantas desconocidas. Me llama especialmente la atención un árbol de pequeñas hojas grises danzarinas, o puede que sean azules,  que gradualmente se vuelven plateadas, o al revés. Serviría perfectamente para ambientar una escena en una película de temática fantástica.
Después de un rato deambulando voy a la cancillería de nuevo. No hay señales de Carla pero no importa, he llegado media hora antes de lo previsto. Me pongo a releer Wendy, de Martha Asunción Alonso, un libro de poesía que me regaló mi amiga Ester, que ha resultado ser delicioso.
Pasa media hora. Ejem. Pasa otra media hora. Ejem, ejem, cof, cof. Pasa una hora más. Vale. Esperar es lo que peor se me da del mundo, y mira que se me dan mal cosas. Pues esperar lo que más. ¿Y si Carla terminó el trámite nada más entrar? No es posible que tarden tanto. Pero hay mucha gente. Aún así no es posible, son ya tres horas. Recuerdo las palabras de la madre de Carla. "Javier, (Javier, no Javi) cuida de mi hija". Vale, no te rayes. Deja de pensar cosas chungas. Te estás rayando. Me asomo a la entrada. No está  y en el vestíbulo apenas hay nadie. Mierda. No tenemos móviles. Mierda, mierda. Javi, joder, ya estás comiéndote la cabeza Te ordeno que no te rayes. Lee un poco. Está dentro. Seguro. De acuerdo. Me pongo con Algún día volveré, de Juan Marsé. Ese tío escribe como si boxeara. Frases cortas. Diálogos precisos. Escribe la atmósfera de la posguerra en Barcelona como nadie. Descripciones brillantes como, por ejemplo, cara agarbanzada. Ojalá se me hubiera ocurrido a mi. Pero no me meto en la novela. Carla. ¿Se habrá ido? No. Ella no haría eso. A lo mejor ha cogido un taxi y me está esperando en casa. Es lo único que se me ocur...

-Hello. Do you speak english?

La interrupción es brusca, tanto que es mejor llamarla intrusión. Son dos chicas, una gorda,  mas bien feota, con gafas de culo de vaso estilo transición española y unos dientes huyendo unos de otros en todas las direcciones. Quieren escapar de esa boca, está muy claro. Va vestida como con un uniforme del Guadalaviar o Esclavas del Sagrado Corazón, pero sin ser uniforme. Es así de marcial, la pobre.  La otra no está mal aunque no lo puedo saber a ciencia cierta porque lleva unas grandes gafas de sol. Tiene un bonito pelo largo y negro, muy liso, con el que no para de jugar y una cara ancha que alberga unos labios finos pintados de rosa. Algo me llama la atención. No, no, no, no, joder, ahora no. Y es que lleva en su mano un arma de destrucción masiva : una biblia.
-Do you speak english?-vuelve a decir.
-A little-contesto- but very bad. I was living in England long time ago.
¿Demasiada información? Puede. Es un defecto de los Rodrigo.
-¿Español?
A los españoles nos delatan muchas cosas, pero la principal es el acento de mierda que tenemos hablando inglés.
-Ajá.
-Está bien, rechévere. Mira es que estamos aquí para hablar de la biblia y...
-Gracias-le interrumpo- no quiero ser descortés, pero soy ateo.
-No importa, no hace falta creer en Dios para estudiar la biblia.
Jummmm, buena esquiva. No tengo nada mejor que hacer, así que me pongo en guardia y le doy bola.
-¿Ah no?
Lo que siguió a continuación fue una animada charla de unos cuarenta y cinco minutos sobre un montón de gilipolleces. La chica iba del argumento lógico al absurdo más esperpéntico con una gracia y agilidad encomiables. Era evidente que tonta no era. Y ese es uno de los misterios que envuelven a un creyente inteligente. La chica del uniforme y el masclet en la boca no dijo ni pío en los cuarenta y cinco minutos.
 Total, que le dejé hacer hasta cierto punto. Se fue contenta y un poco (o eso espero) desconcertada. Es lo que tiene no poder contestar preguntas que ni siquiera te habías formulado. No es por vacilar, pero la vi vacilar.  Ahora que pienso no somos tan diferentes. Los dos estuvimos haciendo proselitismo de nuestra verdad. La diferencia es que ella siguió, fue a por más incautos desprevenidos, y yo seguí leyendo a Juan Marsé.
A todo esto, Carla seguía sin aparecer, así que hice que un guardia de seguridad me acompañara dentro, muy amablemente, para ver si estaba. Efectivamente. Estaba. Alivio instantáneo.
Cuando terminamos el trámite decidimos ir a La Candelaria, que prometía ser algo así como el barrio del Carmen en Valencia, pero en Bogotá. Y nada más lejos, creedme.
Pero eso es otra historia. Me doy cuenta de que llevo dos horas escribiendo y que, aunque a mi me resulta divertido, leer tanto en una pantalla es un coñazo.  Mañana seguiré.  He aquí un avance fotográfico de lo que pasó y donde estuvimos.

                                     Una llama. Sólo faltaba una catapulta y ya tendríamos el lanzallamas. 



Rehabilitación Real Ya


Como el Carmen, como el Carmen...

                                                                   El callejón del mimbre.

                                                              ¿Dinero y espiritualidad? Henry Lankast, háztelo mirar. 

                                                                  Una ciudad alegre.

Muy, muy alegre.

Mi primera inmersión culinaria real. Bandeja paisa: frijoles, yuca, aguacate, plátano frito, panzeta, huevo, arroz, chorizos y algo parecido a carne deshilachada. La cara es por la cantidad.  (Y un poco por la carne deshilachada).

3 comentarios:

  1. Jajaja... Me parto!!! Debiste dejar a las chicas K.O., si lo sabré yo. Lo del masclet en la boca es la monda, no dejó de reír... Por cierto, parece que estés en London, entre la gorra y el plato de beans... Muchos besos!!!

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  2. que buena descripción la de los dientes de la chica jaja! y que bueno que me conociste después de mi ortodoncia!

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