sábado, 24 de octubre de 2015

DE LA OFICINA DE ASUNTOS MIGRATORIOS O CÓMO PUEDE SER DE CABRÓN UN HABITANTE DEL INFIERNO.

Día 1. Llegada a las puertas del infierno.

Bogotá es la ciudad más desesperante en la que he vivido nunca. Ya está. Ya lo he dicho. Ya es oficial. Es tan grande, tan compleja, que no es posible organizar nada. Es enternecedor ver a la gente como habla de tal o cual candidato (son elecciones municipales) y escucha los programas de debate en la radio.  Como si sirviera de algo.
Este año se estima que votarán un 40% de rolos. Es el 40% que cree que todavía existen unicornios o que el ser humano es bueno por naturaleza. Lo cual es una desgracia porque en Bogotá cuidad, lo que se dice naturaleza, hay poca. Los alrededores están llenos, eso si. ¿En serio creen que se puede hacer algo aquí? La única solución es a largo plazo y tiene que ver con la educación, como siempre.
Ayer fui en taxi a la cancillería de asuntos migratorios por la circunvalación que rodea Bogotá desde el cerro. Pude ver la nube de humo negro habitual en la que está sumergida la ciudad pero más densa. Tanto, que sólo era posible ver  los edificios más altos. El resto era una mancha gris e informe detrás de una densa nube tóxica. Me resulta imposible entender como alguien que ve eso (y lo ve mucha gente puesto que la circunvalación es una vía bastante usada) quiere criar a sus hijos aquí. Supongo que es, para variar, una imposición de nuestra sociedad libre occidental. Tengo que pagar la hipoteca, tengo que conservar mi trabajo, tengo que....Lo de siempre, vamos.  En fin,  buena idea,  prepararme mentalmente para una burocrática mañana en la oficina de asuntos migratorios mientras veo eso, genial. También llevaba un e-reader. Tremendo error que jamás volveré a cometer, luego lo cuento.
Bien. Lo primero que veo al llegar es dos colas humanas tan serpenteantes y  variopintas que parece eso un estreno en el ABC Park de los 80.  Mierda. Esto me pasa por llegar allí a las diez. No pasa nada, tengo mi e-reader. Empiezo a leer a Abercrombie, un tipo muy bien considerado en la fantasía épica pero que pone cosas como "pasó de él olímpicamente" (en un mundo fantástico lleno de seres extraños, con olimpiadas y todo). Después de una hora, aprox, me toca el turno. La chica que me atiende no está mal pero a pesar de su belleza y su tierna edad tiene cara de haber cagado por última vez en 1932. Da igual Javi, tú sonríe. Es legendaria la utilidad de la sonrisa para ablandar funcionarios, piensas. Pero no. Su mirada tiene arrugas de expresión. De expresión de mala hostia, concretamente. Vale. Dale los papeles y calla la puta boca. Que sea rápido.

-¿A qué vienes?-tiene la voz de un rallador de queso con depresión.

-A pedir una prórroga de mi visado de turista.- digo sonríendo. Todavía tengo las pilas cargadas.

La chica-espectro empieza teclear en el ordenador. Coge el calendario que hay en su mesa y me dice:

-Tu visa ha caducado por un día.

-No puede ser-le contesto-el sello de entrada es del día 22 de julio. Estamos a 20 de octubre. Son tres meses.

-Si pero...

Y ese pero es la llave del infierno en la tierra.

-Si pero-dice- el permiso son 90 días, no tres meses.

Y no es lo mismo, carajo. Es una lección que aprendemos, por lo visto, un gran porcentaje de personas con visado de turista. Muy bien. ¿Y ahora que hago?

-Le voy a mandar al tercer piso, para que hable con un abogado.

Espera, espera, espera. ¿Abogado?

Bueno, digo para mis adentros intentando tranquilizarme, Colombia es el país de los abogados. ¿Con quién iba a hablar sino? Subo al tercer piso y me encuentro con una cola delante de un escritorio. Pasa media hora, se me apaga el e-reader que no había cargado, genial. Una hora, hora y media, dos. Yo ahí, de pie, el hombre más paciente del mundo. Finalmente me toca el turno y algo parecido a un ser humano pero con los ojos más desconfiadamente cerrados a la par que saltones que he visto en mi vida,  me dice:

-Ya no hay tiempo para atenderle,  vuelva mañana a las ocho con esta diligencia.

Pienso en John Ford y en su puta madre. Pienso en un apache arrancando la maldita cabellera del funcionario. Vale.  Cuatro horas sin resultado. No pasa nada. Mañana estaré preparado. Llegaré a las 8.

Día 2. Cerbero abre las puertas.

A las 8 del día siguiente hay una cola que parece que regalen iphones a los primeros dos millones de colombianos. Mierda. Quien me conoce sabe que no lo llevo bien, lo de las esperas. No soy paciente. La caja de los supermercados me pone nervioso, por ejemplo. He tenido deseos de matar abuelas muchas veces en el Mercadona. No pasa nada, esta vez tengo el e-reader bien cargado. Sonrío. Naturalmente, voy a descubrir mas tarde que el aparato tiene la autonomía energética de un foca en el sáhara: 4 horas y está muerto.  Aún así, debería ser suficiente, ¿No?
No.
 Ese día ya sabía dónde ir así que me ahorro la cola de información. De todas formas tengo unas 20 personas delante. Abren las puertas y suben un montón por el ascensor. Yo les adelanto por las escaleras y me hago el sueco en la cola de arriba. (No soy yo, es el sistema). Una hora más tarde me atiende un señor normal (seguro que es nuevo aquí) ,se queda la diligencia que me habían dado el día anterior y me dice:

-Siéntese en la sala, ahora le llamarán.

En Colombia  "ahora" es la unidad de tiempo que abarca desde el Big Bang hasta el domingo a las doce de la noche.

Las salas de espera son la confirmación práctica de la teoría de que el ser humano es el único animal que pierde el tiempo. Jamás he visto a ninguna jirafa perdiendo su tiempo de jirafa. Nunca.

En fin, no pasa nada. Estoy preparado. Llevo mi e-reader.  Me meto en el libro fácilmente una hora y media, más o menos. De vez en cuando salgo de mi mundo para afinar el oído por si me llaman, que no se me pase.
Pasadas las dos horas concentrarme resulta más difícil. Intercambio periodos de lucidez lectora con distracciones varias. La familia de ecuatorianos con hijos a la espalda. La amazona de Europa del norte. En realidad no sé de dónde es, pero vamos, parece noruega o finlandesa o la hija de Odín. Es alta, rubia, zamarraca. Pantalones cortos, trenzas largas.  Le falta el caballo, un hacha a dos manos e ir vestida con piel de karibú.
El tipo que parece Adolf Hipster. Lleva bigotito del tío Adolf, el pelo rapado por los lados pero frondoso por arriba, agujeros en las orejas por los que cabría un transbordador espacial, pantalones vaqueros de pitillo y una chaqueta estilo Oscar Wilde.
Pasan unas tres horas.
Me llaman. Bien.

Y ahora tengo que describir a un ser humano que, haciendo buen uso de mi extenso conocimiento del latín, he catalogado como:

"Humanus Mesudalapollatuvitae Horríbilus"

Se trata de un ser insensibilizado tras años de vida en brazos de la burocracia más absurda. Se cree un tiburón pero no es más que un pequeño pez gris. Los verdaderos tiburones son las normas, los impresos y los procedimientos que pone en marcha.  No tiene emociones, no tiene sentimientos, no tiene vergüenza, no parpadea, no se rasca, no hace más movimientos que los necesarios, no reacciona ante estímulos externos y, sobre todo, no empatiza. Los años en ese puesto de trabajo van destruyendo sus neuronas espejo hasta que su expresión adquiere la vida de un cementerio de coches.
-Tiene que pagar una multa. Vaya al banco. Cuando regrese le hago un salvoconducto para salir del país.-me dice con una voz inquietantemente parecida a la del tenor Stephen Hawking.

-¿Perdón?

-Tiene que salir del país en 15 días.

-¿Pero no puedo pagar la multa y ya está?

-No. Tiene que salir del país. O hacerse una nueva visa en la cancillería, pero no tienen por qué dársela.

-¿De qué depende?

Y en una respuesta tan críptica como preparada me suelta:

-Es a discreción del ministerio.

-¿Y es una cosa u otra? ¿O visa que no es seguro o salir del país?

-Si.-y entablamos un duelo de miradas que el funcionario ya ha ganado miles de veces antes.


CONTINUARÁ....
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2 comentarios:

  1. Ups, espero que te la den. Yo en Ecuador cuando me caducó la de turista opté por sacarme una de actos de comercio. También costó lo suyo que me la dieran pero bueno, paciencia.

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