lunes, 7 de septiembre de 2015

DE CAMBIOS Y GEDEONES*




El hostal era hermoso pero caro.  No podíamos seguir así, inmersos en el sueño desnudo del viajero, dónde las preocupaciones son accesorias, de carácter utilitario. ¿"Quedará agua caliente"?, "Llevo demasiado peso en la mochila", ¿"Donde habrá un sitio para tocar"? Teníamos que desprendernos de eso.
Y la verdad es que duele arrancarse antes de tiempo la piel con la que más feliz te sientes, en la que te reconoces. ¿En que momento se convierte uno en el cobarde que se sabotea a sí mismo y se impide hacer aquello que le llena de paz, de calma y de alegría? El cerebro humano es tan poliédricamente estúpido que  tiene que recurrir a frases hechas para justificar lo injustificable. Y yo soy tan buen fabricante de frases hechas como cualquiera. Ahí va la mía:  Tenemos que trabajar. Es así. Mi curro de redactor no nos da para un hostal bonito. Si para alquilar una habitación en una casa compartida. Así que tenemos que trasladarnos a otros hostal, el más barato entre los baratos, hasta que encontremos una.

Carla ya trabaja en los sitios más pobres de Bogotá, sitios para los que es necesario llevar puesta una armadura emocional de placas de acero forjado en... la verdad, sólo ella sabe dónde. Ha debido ser entrenada en los grupos de operaciones especiales del ejército de la vida.
Me sorprende con la tranquilidad que cuenta ciertas cosas, ciertos dramas. Carla es más fuerte que la mayoría de hombres que conozco. Yo incluido. Quizá todas las mujeres lo son. No sé. No creo que sea una cuestión de géneros. El caso es que Carla es Super Woman. Y punto.
Yo también tengo que trabajar: escribir mucho. Muchas horas al día. Para las agencias, ya escribo habitualmente para dos,  pero sobre todo para mi escritura en sí misma. Ya tengo tiempo otra vez para volver con el blog y con el relato "El ladrón de voces".  ¿Y por qué tengo tiempo de nuevo? Porque ya tenemos casa. Las cosas se han precipitado de una manera dramáticamente jovial.  No quiero revelar nada acerca del espacio que hemos encontrado.  Pero va a dar que hablar. De momento prefiero hablar del psiquiátrico abandonado donde nos alojamos hace unos días.

EL HOTEL ARAGÓN.

Eso reza el cartel de la entrada y quizá lo fuera en su día. Pero ahora, más que un hotel, es un set de rodaje. Con lugareños que no son actores profesionales, ni falta que hace. Forman parte del set, igual que los cuadros de Bogotá 2002 o el teléfono de rueda de timón clavado a la mesa del primer piso.  Da para muchos géneros, además. Incluso subgéneros. Veamos algunos de ellos.


GÉNERO: TERROR
Subgénero: Clásico. Casas aisladas.
Localización: Los pasillos y las escaleras.



Pienso en Otra vuelta de tuerca y pienso en Al final de la escalera.  Pero también pienso en la puta madre del decorador del hotel. Es como si a todo le hubieran dado un capa de "viejunieidad". Está medio limpio, no es eso. Son los colores desgastados, los pasamanos pulidos por el uso, los cuadros amarillentos, los materiales raídos. Todo tiene un aire decadente, como de duelo. Parece que se haya muerto alguien hace muy poco y no me extrañaría que así fuera, demonios. No se oye nada. Ni otros inquilinos, ni siquiera a los empleados. Es como un hotel fantasma. Si caminas por el pasillo a las cuatro de la madrugada te asustas por defecto, porque tiene luces de esas que se encienden al paso de uno, pero con muy pocos vatios.

                                             
Pocos vatios es que no sabes si son bombillas o velas de grasa de ballena. Esa es, en esencia, una situación inquietante. Ese tipo de iluminación, en un pasillo con una alfombra de goma negra, paredes marrones y cortinas de medio metro de grosor tras las cuales se puede esconder hasta un diplodocus psicótico, es inquietante tirando a me estoy cagando de miedo.  Llegas al baño convertido en campeon olímpico de marcha (correr no vas a correr, no sea que te topes con alguien y parezcas asustado), ridículo como sólo una persona en gallumbos y andando a la marcha puede estarlo. Y claro, llegas al baño, cierras con el único pestillo, te cercionas que realmente está cerrado con un último vistazo y, ale, ya estás tranquilamente orinando en el manicomio abandonado.

GÉNERO: TERROR.
Subgénero: Manicomios abandonados.
Localización: Baño compartido en la primera planta.



Cómo no, al final del pasillo. Compartido con Vete-Tú-A-Saber-Quien.  Yo apostaría por las niñas de El Resplandor y el grillao de Candyman.  Baño con baldosas pequeñas y octogonales, negras en las juntas. Ventana de metal oxidada que se asoma a  la tristeza propia de los tragaluces de todas las grandes ciudades lluviosas del mundo. Ducha que no es tal, sino una alcachofa en la pared de la que sale un raquítico y sólo templado chorro de agua. Sin plato, ni mampara ni tontadas decorativas de esas, pa qué. Una cortina con humedades, eso sí. Y claro, toda la fauna infecciosa y microscópica, pero que yo veo,  maldita sea, yo la veo, disfrutando de mis pinreles.

¿Ducharse con chanclas? Estaréis pensando. No es suficiente. Con zancos. Como poco.
No te puedes ni afeitar. No por nada, sino porque paso de mirarme al espejo y que esté ahí todo el elenco de seres aficionados a asomarse desde el espejo y a matarte, ya que están.

Ahí me tenéis, arriesgando a tope. 



GÉNERO: Noir.
Subgénero: Detectives bizarros y degenerados pero de buen corazón.
Localización: Pasillos y sala de estar.

No costaría nada convertir este hotel en un edificio de oficinas de los años 40. En un sótano podría vivir el detective MasMallow. Convertida su oficina en su hogar, tan arruinado en lo económico como en lo personal. tendría serios problemas para dejar el alcohol. Una secretaria amenazaría con irse porque nunca le paga pero siempre terminaría siguiéndole a todas partes, porque, en el fondo, MasMallow es un trozo de pan bendito y algún día cambiará su suerte.






GENERO: Comedia.
Subgénero: Costumbrismo colombiano.
Localización: Cocina comunitaria.


Me maldigo por no haber hecho una foto a la cocina.Emplazada en un patio interior, tirando a tragaluz cubierto, más viejo todo que las cuevas de Altamira. Pero era hermosa. La estrategia del caracol style. Ollas de latón, una altar con virgen incluida, baldosas originales de esas que trajo Hernán Cortés. Y una cocinera más seca que un día de resaca. Que sarmiento de mujer, por Dios. De esas delgadas pero con nervio y con cara de soltarte un rejostio a la mínima en plan Chuck Norris.

Otro detalle. Un día nos pasaron por debajo de la puerta dos flamantes Nuevos Testamentos.

Digo flamantes porque tienen que arder la mar de bien. Que susto. Que intrusión. Que pérdida de dinero.
¿De verdad se pensaban que íbamos a leer el nuevo testamento precisamente ahora? Puede que esté interesante, no lo niego, el viejo es un compendio de guerras, incestos, asesinatos, violaciones, masacres, genocidios y demás características del género humano realmente entretenido. Pero ahora, la verdad, tengo otras preferencias.
Más que nada porque me ha caído del cielo una biblioteca.


LA CASA DE LA MAGIA.



Es la mejor forma de describir la casa que hemos encontrado para vivir. Contiene magia. Es magia. Por su estructura: es una casa colonial de cientos de años, con varios patios interiores y un jardín posterior con un sitio para hacer hogueras. Insisto, hogueras, no barbacoas. La diferencia es abismal.
Por su situación: En la Carrera 2 (la uno es el centro del centro histórico) en el epicentro de lo más bohemio y artístico de Bogotá. A cinco minutos del Chorro Quevedo, una plaza increíble siempre llena de artistas y eventos gratuitos de música.

Un titiritero checo.
                                          
                                      Personas escribiendo debajo de una bandada de pájaros. 

Una colgada.
Zancodanza.


Nuestra calle.



En el interior de la casa, todos los rincones están plagados de obras de arte. Un maniquí sonriente cuya sombra parece un hombre a punto de ser fusilado. Botellas de vino con rosas secas con etiquetas colgando.
                                   

Uno de los patios.
                                     
En una de ellas pone: Se busca personal para llorar a los viejos en los asilos. Libros esparcidos por doquier. Y el mayor regalo: toda una biblioteca junto a mi cama.  Y vaya títulos. ¿Y la gente? Sólo he conocido un poco a Germán, poeta y encargado de llevar la casa. Pelo rizado y ropa de mercadillo hipie, habla despacio, usa mucho la coletilla ¿"Cierto"? y tiene una risa extraña, colgante, contagiosa.  Hay unos cuantos franceses, un alemán, creo, y un tipo que limpia y arregla cosas que se pasea por la casa igual que un maestro de artes marciales. Su sonrisa es calmada pero parece realmente sincera.  En total somos diez. Siempre hay gente en la casa pero da igual porque nuestra habitación está en un extremo, tras otro patio interior generalmente vacío, después de un descansillo particular. Así que nunca se oye nada en nuestra habitación, que es, por cierto, enorme.



Así que aquí estamos, viviendo el sueño del viajero y trabajando a la vez, que es, por cierto, la única manera de vivir un sueño así. A veces no se trata de que uno se sabotee la vida a si mismo de forma más o menos inconsciente. Es, simplemente,  que no había aparecido la posibilidad.

Aquí se respira una energía creativa sin igual.

Sería idiota si no la aprovechara.


Voy a robar unas cuantas voces.





*¿Que diantres es un gedeón?

¡Colabora!

2 comentarios:

  1. Solamente Usted puede cercionarse a sí mismo...en un baño así de grotesco y espantanal, porque me ha espantado el pantanal de gloriosa civilzación microscópica. El grito ha resonado en toda la plaza de la Virgen y la ciudad se ha hecho eco porque es la primera vez que veo un microbio en una foto, en un blog, en un móvil...saludándome no uno sino cienes y cienes de ellos. Los he contado. Claro que era fácil, levantaban sus brazos en ciernes. Casi me cerciono también, de eso me he cerciorado con facilidad. Normal si rápidamente diviso una altar con mala leche.
    De su nuevo hábitat no tengo palabras, porque los tiene todos junto a su lecho.

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  2. Qué Jodón! Los Gedeones también. Y me sonaban porque en una canción de los Beatles hablan de una Gideon's Bible que Rocky Racoon se encuentra al hacer el check en el room. Como los microbios macrobióticos, están intimamente ligados a tus pies. Sigue pateando fuerte como Alejandro Spam.

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