Colombia es Andrés Caycedo y su mirada pura, como el agua de un deshielo. Es la afinidad que sentimos al principio, hace ya seis meses, a la media hora de estar conversando. Andrés tiene tanta fuerza y talento en sus manos como fragilidad en el alma. Y es por eso que su risa es explosiva y se adivinan cicatrices colgando en sus pupilas. Yo he visto nuestras almas transformándose en espejos.
Colombia es Lina Moreno y su aire de aristocrática languidez. Es guapa hasta el insulto y su rostro parece un lago secreto de montaña. Tiene el estilo que a veces te encuentras en las revistas de moda, siempre arreglada, siempre bien vestida, pero no te engañes: no tiene un gramo de gomela. Trabaja más horas que un reloj para ser independiente y su mente es abierta y receptiva. Es capaz de estar en un concierto de black metal y disfrutarlo como el que más. Siempre es agradable estar a su lado.
Colombia es Manón Martín. Alegre, descarada, vital, graciosa y sensible. Recuerdo su cara de alegría al vernos aparecer en la casa después de dos meses ausentes. Me hizo sentir en mi casa. Siempre me alegraba saber que estaba o que llegaba a ella. Tiene los ojos más bonitos de toda la Candelaria. (Con el permiso de Carla, claro).
Colombia es Mariette y sus múltiples ruidos y reacciones extrañas. Es capaz de chillar y dar palmas y hacer un ruido como de animal mitológico y parecer una damisela en apuros al mismo tiempo. Su mirada es penetrante, azul, y contrasta con su pelo rojo. Trajo no sé cuantos kilos de queso y fiambres y fue como si mil ángeles hubieran bajado a la tierra a tocar un himno celestial. Tiene una risa hermosa, de azul y fuego. Fue impagable el momento que volvimos solos a casa y pedimos varias veces cervezas a domicilio mientras pinchábamos garruladas por Youtube.
Colombia es Sam. Norteamericano, rubio y con una incipiente calvicie que no le aporta edad al conjunto. Ingenioso, rápido, seguro de si mismo. Siempre se alegraba de verme, igual que me alegraba yo de verle a él. Todos los fines de semana venía a casa con diez o quince litros de cerveza, de la que nunca reclamaba un peso. Sabía mil juegos de beber, algunos particularmente ingeniosos. Como uno con los siguientes elementos: papel higiénico, moneda, vaso y cigarro encendido. Me gustaba hablar con él de temas importantes, aunque no siempre fuera fácil debido al idioma. Cuando se ríe sin control me parece un niño de seis años. Anda por la Milagrosa como el general Custer en Little Bighorn. Admira a las personas que tienen su propia opinión, aunque no coincida con la suya. Le encantaría poder tener la visión de su país que tiene un extranjero.
Colombia es Francoise y su pinta de mimo, de actor de teatro, de pintor parisino del XIX. Delgado, de sonrisa líquida y fácil, tuvimos una conversación más profunda que la fosa de las marianas poco antes de volver a España donde ambos hablamos de cosas que importan Es tranquilo y comedido... ...hasta que sale de fiesta. Creo que tiene el corazón partido entre una pasión y un miedo, como todos los hijos de la duda.
Colombia es Alexa, pequeña pero matona, orgullosa y alegre, una artista. Ríe como un huracán porque tanta energía tiene que salir de algún modo. Tiene el pelo como el cielo de Bogotá en los días de lluvia, oscuro y luminoso al mismo tiempo. Es capaz de sonreír en el dolor porque sabe que la alegría debe vencer al drama. Conocí una Alexa antes de irme que no sospechaba. Es fuerte. Si tuviera que decir dos palabras para definirla diría: vital y fuerte.
Colombia es Berenice, francesa, alta, delgada y sinuosa como el Sena. Baila salsa de una forma increíble y le encanta y se nota, porque da igual donde esté, si suena salsa ella va a ponerse a bailar con alguien. Me regaló las palabras más bellas que nadie me había dicho en mucho tiempo.
Colombia es Joan. Ok, Joan, Ok.
Joan, siempre con su sonrisa en la boca, paseando al sol su cabello rubio, con sus manos en los bolsillos. Joan, siempre ocioso, siempre en calma, siempre generoso. Joan, siempre metiéndose con todo el mundo. Era genial estar con Joan. Una de esas personas que te arreglan la tarde sólo con su mera presencia. Joan ha logrado sintonizar la energía del cosmos. O algo así.
Colombia es Maya. Dulce y rubia como una de esas princesas de cuento, su aspecto frágil no le ha impedido recorrer Colombia de parte a parte, visitando lugares remotos y peligrosos. Inteligente y silenciosa, me encantaba verla amanecer por las mañanas junto con su pareja Joan. Sensible Maya: lloró antes de irse a Francia. Lloraba y reía a la vez, que es una de las formas más bellas de tener rostro.
Colombia es Estefan, enigmático Estefan. Siempre diligente, siempre con su mochila, siempre yendo a algún lado. Era holandés y tocaba flamenco con su guitarra que ya le gustaría a muchos españoles que van de pro por ahí. Explorador de la ayahuasca. Encontró a su familia biológica en Colombia, Fue muy emocionante verlo con su traje yendo a conocerlos.
Colombia es Germán, nuestro casero. Muchas veces acababa una frase y se te quedaba mirando asombrado. Un ser lleno de vida y caos y alegría y verdad y libertad y sabiduría y alegría y música y poesía y literatura, y sentido estético, y alegría y cultura y alegría y el viaje en el cuerpo y una hija con una sonrisa tan pilla y bella que la he metido directamente en el top five de las mejores sonrisas que vi en toda mi vida. ¿Cierto?
Colombia es Edgard, el Miyagui de La Candelaria, un ser enigmáticamente tranquilo. Sabe de ciclos estelares, sabe de como tratar la madera y el cuero, sabe acerca de las plantas de poder, sabe vivir con poco. Es paciente y silencioso, como si fuera el espíritu de la casa, y duerme en un cuarto muy pequeño tras una cortina. Su cabellera larga y frondosa, su rostro lleno de experiencia, evidencian genes salvajes galopando en sus entrañas. Es capaz de llevar puestos un pantalón de judo y una americana y que le quede de puta madre. Cuando no sabe de algo escucha muy atentamente y el asombro le provoca una sonrisa maravillosa.
Colombia es Rosario, pequeñita y tímida, amable y simpática. Su risa, pim, pam, pum, resultó ser un torrente imparable, hilarante y contagioso aquella noche de guitarras y hogueras. No pude conocerla tanto como a otros, pero su energía era buena, segurísimo y me jodió no conocerla más. El disfraz de india no parecía un disfraz, sino un traje. Era india, de verdad.
Colombia es Teo, un francés que parece ruso. Pronuncia las erres mucho más de lo necesario, justo al revés que cualquier compatriota. Fue delicioso coincidir viajando y su disfraz de la noche de difuntos era espectacular. Teo parece tranquilo y responsable hasta que sale de fiesta.
Colombia es Loise Baboulou. Químico francés poseedor de doscientas guitarras, más o menos. Con él toqué por primer vez en las calles de Bogotá. Creativo y muy inteligente. Pillaba mis canciones a la primera. Tiene canciones muy buenas. Uno de esos tipos capaces de pegarse fuego y ser responsable al mismo tiempo. Me encantaba su risa, de mirada profunda. Ha viajado por latinoamérica más que Willy Fog por el mundo.
Colombia es Louise Aaaaaaah, Ahhhhhh, Ahhhhhh. Pelo rizado largo, acento muy francés, Un mito en la panda por ser su ojo el receptor de una chapa de botella de cerveza volando a dos mil por hora. Cada vez que alguien abría una cerveza de litro alguien se lleva la mano al ojo y empezaba. Ahhhh...Ahhhh...Ahhhh. Sospecho que a ella no le hace mucha gracia. Por tener que ir al hospital y eso.
Colombia es Pim Pam Julius. Teutón, callado, tranquilo, pelo rubio rizado de querubín, aunque al final se rapó por los lados y parecía el prota de Vikings Ojos azules, gran bebedor de cerveza. No fui capaz de hacerle improvisar. Siempre va tranquilo por ahí y es agradable tenerlo cerca, como pasa con todas las personas que se ven tan panchas y a gusto por la vida. Nos hizo pasar un rato excepcionalmente hilarante en el jardín, junto a la hoguera. Es (Pim) una historia (Pam) muy larga (¡Pum!).
Colombia es Adriana. Mordaz, ácida, nerviosa, faltona, alegre, vital, sincera, brillante. Todo eso y mucho más. Estar a su lado es abrazar la risa. Viajera de las buenas, un rompehielos total. Capaz de entrar en una habitación con doce desconocidos y ser colega de TODOS en dos coma cuatro segundos. Los tenía bien puestos, además, Adriana. Mucha alegría al encontrarnos en el viaje.
Colombia es Ramiro Zuluaga, malabarista y un genio del buen vivir. Alegre, delgado como un yogui, moreno y de rostro anguloso y viril. Tiene la sonrisa fácil y la boca enorme. Improvisaba genial y haciendo su show es un vórtice de energía que atrae miradas y suspiros de admiración. Como él dice no trabajaba en el circo del sol, trabaja de sol a sol.
Colombia es Simone Becerra, australiana de orígenes latinoamericanos, guapa y sensual, siempre conseguía lo que quería. Su alegría al encontrarnos viajando y su emotiva despedida hacen entrever un corazón gigante. Lleva dos años y pico viajando y la visa caducada desde hace meses. Parece que no le importa mucho.
Colombia es Julian, culto y servicial, herido de muerte por la flecha de cupido. El quería hacernos ver que quería sólo formar parte de la panda, pero sus miradas, sus actos, sus palabras... todo su ser, su energía, iban dirigidas a una sola persona. Y resultó ser una flecha envenenada.
Ojalá os vuelva a encontrar por el mundo alguna vez. TODOS tenéis casa en Valencia, cuando encuentre una.
Colombia ya es parte de mi para siempre. Aunque no vuelva nunca, siempre habrá un momento en que la extrañe, que vuelva a visitarla, aunque sea al pasado.
Gracias a todos las personas que han formado parte de mi aventura en este increíble país. A Carla, por los motivos evidentes que no hace falta decir, y a todos mis nuevos amigos encontrados por lo que ya he dicho. Gente de la Milagrosa, viajeros encontrados: ¿Verdad que los pueblos del mundo tienden a ser amigos?
Y gracias a todos los que leyeron y compartieron mis aventuras por Colombia. Espero haberos trasladado una pizca de lo que yo he sentido. Un abrazo muy grande a todos.
Ya no seguiremos informando...
...de Colombia.